En el caminar diario uno se encuentra con personas malas y otras malísimas, vamos, lobos con piel de cordero. Aunque parezca obvio, no deja de ser asquerosamente real, más tangible que el mero adorno estilísico. Quizás, este pensamiento tan común y asimilado por otros resulta hiriente en mí, que aún confío en la bondad natural de las personas, qué inocente, verdad? Nada más lejos de la realidad.